Más tarde, a fines de los ochenta en la biblioteca del INIFAT, descubrí que había trabajado mucho para desarrollar los cultivos industriales entre los pequeños agricultores. Creía en la iniciativa individual y en la pequeña empresa. Leyendo sus libros entendí porque era considerado un científico excepcional.
Tenía que haberse acostumbrado a recibir tantos premios y distinciones.
Quizás fue por eso que no vio nada raro que a los 90 años lo hicieran abanderado de una ideología que nunca había compartido y probablemente lo tomó como una condecoración más. Habiendo sido maestro de Mella, no le hubiera sido difícil entrar antes al partido comunista de habérselo propuesto.
Casi seguro que tampoco entendió muy bien porque lo llevaron unos pocos meses antes de morir, a los 93 años, a aquel acto donde se reclamaba la devolución de los once pescadores secuestrados por el imperio.
Creo que fue aquella manifestación donde el pueblo se congregó espontáneamente y Fidel dijo:
¿Quién iba a pensar que ayer se iban a reunir más de 100 000 personas aquí? Y a nosotros nos llaman los compañeros, dicen: están moviéndose muchas personas para allá; preocupados. Y nos decían: “incluso de las fábricas, están saliendo de las fábricas, están saliendo de las escuelas, están saliendo de todas partes, y eso va a afectar la producción, me decían.” y yo les decía: “¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer? ¡Es más importante el sentimiento del pueblo! ¿Qué vamos a hacer? ¿Ponernos a organizar mítines? ¡Pues no! si se mueven para allá, se mueven para allá, sencillamente.”
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