Wednesday, October 22, 2008

Los zapatos


Hoy Algodar se complace en presentar la primera contribución en año y medio de blogueo. No es que yo critique a los blogs que tienen decenas o cientos de colaboradores, pero para mantener mal atendido mi blog, yo me basto solo.
Les presento un relato del señor Gonzalez, alguien que trabaja en la misma compañía que yo y aunque el estilo es un poco largo comparado con lo que yo normalmente escribo, he decidido ponerlo tal y como me lo envia por respeto al derecho del autor.
Espero les guste.

Mi trabajo esta ubicado en una calle de esas que no tiene salida. Hay que entrar y salir por el mismo lado. En realidad hace como una herradura. Más o menos a la mitad del camino hay una entradita que separa dos edificios. El de allá al frente es el numero 121 y el de nosotros es el 145. Aquí en Canadá todo es abundante. Los números sobran. No es como en otros lugares que dos casas que están una al lado de otra tienen números pegaditos.
Como nosotros producimos medicinas, todo tiene que estar limpiecito y cuando uno llega tiene que cambiarse los zapatos que trae de la calle y ponerse otros que son solamente para trabajar dentro del edificio. El edificio del lado de acá quiero decir, porque para ir a 121 hay que cambiarse de zapatos y ponerse los de la calle. Allá no producen medicinas ni nada. Ellos las venden, reciben las materias primas, llenan papeles y hacen reuniones. A veces yo tengo que ir a alguna reunión a 121. Y eso es una jodienda, porque tengo que cambiarme los zapatos al salir y al regresar.
El otro día fui a una reunión y cuando llego allá y empiezo a buscar los papeles que tenia que discutir, pues no los encuentro por ningún lado. Jacinta, la jefa mía empieza, a impacientarse y yo a ponerme nervioso. Busca que te busca. Nada. No tengo los papeles. Yo estaba seguro que los había llevado. Los preparé desde ayer. Por la mañana los revisé como tres veces. Al mediodía los tenia arriba del buró. Cuando fui a salir recogí mi portafolio y todos los files y arranque para allá. ¿Como fue que se me extraviaron? No se. Pero bueno, lo que hay que hacer es encontrarlos pronto antes que Jacinta vaya a pensar que yo soy un incapaz o un entretenido. Así es que salgo otra vez para 145. Todo el camino vine pensado donde rayos iba a buscarlos. Yo estoy seguro de que arriba de mi buró no quedó nada cuando salí. Cosa rara. Mi buró siempre esta lleno de papeles. Entro por la puerta para adentro como Pedro por su casa. Llego a mi oficina y busco por todos lados. Nada. Por fin, se me alumbra el bombillo y me acuerdo que unos minutos antes de salir, un técnico vino a que yo le firmara unos papeles y seguro que allí mismo recogió mi file con sus cosas y me jodió. Busco en el buró del técnico y allí están mis papeles. ¡Mal rayo lo parta! Deja que venga la evaluación de fin de año. Yo lo voy a enseñar a andar llevándose mis papeles. En eso suena mi teléfono. Es Jacinta. Que si por fin voy a ir a hacer la reunión o no. Si, ya voy. Enseguida. Y corro escaleras abajo. Cuando llego al saloncito de la entrada, me quito los zapatos y me pongo los otros, me doy cuenta que cuando entré como Pedro por mi casa no me cambié los zapatos de la calle y que por tanto los que acabo de quitarme son los de la calle y los que tengo puestos ahora son los de trabajar adentro y que por tanto no puedo ir con ellos. A volver a cambiarme los zapatos. En eso me llama la recepcionista para decirme que la sala que yo tengo reservada para la reunión de mañana la necesitan para una reunión que tiene el presidente con unos chinos y que si me conformo con la salita chiquita o si voy a suspender la reunión. ¿Y porque él no cambia su reunión? Eh? Yo pedí la sala primero. Digo que está bien, que voy a coger la salita chiquita. Vuelvo a cambiarme los zapatos corriendo para no molestar mucho a Jacinta sin darme cuanta que los que tenía puestos eran los de la calle y me vuelvo a ir con los de trabajar en el laboratorio. Total, apenas le empiezo a enseñar los papeles a Jacinta, me dice que esta bien y que convoque a otra reunión la semana que viene para discutir el problema con la vicepresidenta y la jefa de la Aseguramiento de la calidad. Vuelvo corriendo para el laboratorio porque son las 4 y media y se me van a ir los técnicos y tengo que pedirles los papeles para la reunión de mañana y las planillas de utilización del fondo de tiempo. Si, igualito que allá. La comedera de mierda es universal. Lógicamente, cuando pasé por la entrada donde debía ver si tenia que cambiarme los zapatos o no, pues ni me acorde. Y allá voy con los zapatos que tenía puestos. De todas formas, si son los del laboratorio, pues ya están sucios de la calle y si son los de la calle, pues ya no deben estar tan sucios, porque horita cuando entré con ellos, los debo haber limpiado por todos los pasillos que estaban limpiecitos hace un rato. El asunto es que cuando llegué ya todo el mundo se había ido. Ellos salen corriendo a la hora de salir. Dicen que no vaya a ser que a mi se me ocurra hacer una reunión urgente. Otra vez estoy en candela.
La reunión es a las 8 y ellos no llegan ni un segundo antes de la hora de entrada. A ver como me las arreglo para entrar y cambiarme los zapatos de la calle, ponerme los del laboratorio, correr a ver si logro conseguir empatarme con los técnicos para buscar los papeles, regresar y volverme a poner los zapatos de la calle si es que no los tengo puestos ya y llegar a la reunión a las 8 en punto. Ah, pero espérate, que la reunión es en la sala chiquita de 145. O sea que no tenía que cambiarme los zapatos. Pero ya es tarde, ya me los había cambiado. Vuelvo a cambiarme. Y en eso viene la recepcionista a decirme que no puedo usar la salita chiquita porque están haciendo unos arreglos en esta parte del edificio y van a quitar la corriente durante una hora más o menos. Que la única sala que queda disponible es la de 121. Yo me miro los zapatos. Ella repite 121. Yo la miro y vuelvo a mirarme los zapatos. ¿Que si me siento bien? Yo miro mis zapatos. Están bonitos. Son mis zapatones del laboratorio. Carmelitas. Limpiecitos. Ella me mira con cara de asombro. Claro, ella no tiene que cambiarse los zapatos. ¡Que carajo! Así cualquiera trabaja bien. En eso suena el teléfono y ella responde. Si Jacinta, el señor González ya va para allá. Si, y lleva los papeles. Si, como no. Enseguida.
Y allá voy yo corriendo con mis zapatos de trabajar en el laboratorio...


Foto: Macorina y Grisú: Como perro y gato.

6 comments:

Jesica said...

Muy bueno, aunque prefiero tus textos cortitos
Gracias por un blog tan bueno!!! Me gusta mucho y lo visito con frecuencia.
Saludos desde Buenos Aires, jessi

lola said...

Jajaja, me ha gustado eso de la comemierdería es universal ¡y tanto que lo es!
Saludos!

GeNeRaCiOn AsErE said...

iba a escribir lo mismo que lola, aun me río con ella y con ustedes.
igualito que allá.

saludos, tony.

Puchungurria said...

El cuento de los zapatos me gusta mucho. A mi me pasa igual que a Gonzalez, a veces me sorprendo viviendo la vida con el mismo estres. Y hablando de zapatos me acuerdo que tenia una tia vieja que se salia a la calle con un zapato de un tipo y otro del otro tipo, jajjaja. Hay que tener cuidado con eso de los zapatos.

Al Godar said...

Gracias por la visita amigos.
Da animo ver que uds encuentran tiempo para visitar a los demas...
Yo estoy que no alcanzo ni a leer los comentarios.
Saludos,
Al Godar

Aguaya said...

LOL LOL
como mi abuelita, que ya echaba las cáscaras del huevo en la sartén, y la clara y la yema en el cubito de la basura...