Monday, April 21, 2008

Regresar

Regresar (Por Claudio)


Después de varios meses de espera, múltiples gestiones y papeleos, por fin le llegó su permiso de salida, la famosa carta blanca, luego vino la espera por la visa; le dieron 30 días “no renovables” para estar en México y visitar a su hermano que se había ido muchos años atrás.

Carlos nació con la revolución, el mismo año en que Fidel entraba a la Habana,creció en el seno de una familia obrera, su madre era maestra, su padre que trabajaba en una fábrica, había sido líder sindical y miembro del movimiento 26 de julio, al principio fue útil, luego se olvidaron de él.

Carlos lo había vivido todo o casi todo desde el 70 hasta el nuevo milenio, escuelas al campo, zafras, movilizaciones, internacionalismo, período especial, chavismo…; se había graduado de ingeniero y trabajado en el mismo lugar por más de 20 años.

Llegó a Ciudad de México una mañana de contingencia ambiental, la contaminación formaba una nata gris sobre gran parte del valle, él nunca había visto algo igual, hasta donde alcanzaba la vista solo habían construcciones, colgadas de las faldas de los cerros, desparramadas por los valles… y humo, mucho humo, y ese olor a… ciudad grande, demasiado grande.

Bajando del avión le comenzó el dolor de cabeza, desde ese momento supo que no podría vivir ahí, era demasiado para él, así que se lo dijo al hermano mientras lo abrazaba y los lagrimones se le volvían lodo rodando por la cara.

Fue un mes difícil, entre el dolor de cabeza, la necedad del hermano de intentar “enseñarle” todo en unos días, la curiosidad de la gente que lo conocía y el tiempo como espada de Damocles, saber que no podría extender su visa, en el pasaporte decía bien claro, Visa No renovable.

Tampoco quería regresar, la vida en Cuba se había vuelto muy difícil, no solo por lo económico, había sobrevivido el período especial y su hermano lo ayudaba un poco cada mes; era esa sensación de estar preso, sin esperanzas ni expectativas de ningún tipo, dentro de una gran cuartería, el sentir que siempre te están vigilando, estés donde estés, “hay demasiada… mierda, no te imaginas, aquello no es lo que tú dejaste, es otra cosa, no hay respeto, no hay educación, chusmería en todos lados, se han perdido los valores, si no tienes dinero no resuelves nada… es algo que te ahoga”, y esa pregunta implacable “¿qué he hecho con mi vida?”...

Solo tenía dos posibilidades, o regresaba a lo mismo y en uno o dos años más lo volvían a invitar o se largaba para el otro lado…

También podía quedarse en México y con tiempo y dinero, “resolver” el FM3, pero no era un lugar para él, no soportaría la altura, la contaminación, la falta de mar…

Así que se decidió por “el otro lado”, juntó algo de dinero y agarró un autobús a la frontera dos días antes de que se le venciera la visa…

Llegó a Miami a casa de un primo, resolvió sus papeles, la ayuda y esperó paciente su permiso de trabajo, y mientras su primo se desesperaba pensando en el tiempo que tendría que mantenerlo, él comenzó a descubrir su nuevo mundo, lo que vio no le gusto nada.

“Estas gentes son unos hijos de puta, solo piensan en el dinero, en tener cosas, no les interesan los amigos, la familia, nada más que el dinero; este País está lleno de egoísmo, este lugar solo es bueno para los que en Cuba solo piensan en el dinero, en tener cosas, en porquerías”, se quejaba amargamente con su hermano cada vez que hablaban por teléfono.

“Mano, es el síndrome del cambio, extrañas a los tuyos, consigue un trabajo, ocúpate y olvídate de la gente, solo piensa que tienes que salir adelante”, le decía el hermano con la experiencia vivida.
“Pero no se puede, hermano, son unos hijos de puta”, repetía.
“Y, ¿a ti que te importa si son unos hijos de puta?, ¡puedes salir adelante!, en un año tienes la residencia y reclamas a los tuyos, luego te largas de esa ciudad maldita y serás un hombre libre”

Pasaron algunos meses, había logrado salir de la casa de su primo y rentaba una casa rodante en un parque, pero Carlos no lograba integrarse, cada día era mayor el rechazo, del trabajo a la casa de la casa al trabajo, enviaba buena parte del dinero a Cuba a través de unos tipos que le entregaba a la mujer los CUC en su casa en la Habana.

Era un círculo vicioso, estaba atrapado, ya no podía regresar, había quemado sus naves el día que cruzó la frontera,el gobierno cubano no lo dejaría regresar a Cuba,y no quería quedarse ahí, esperando año tras año que le llegara la visa a su familia, su hijo creciendo alejado de él, y él solo como un perro.

Entonces empezó, primero fue una extraña sensación de vacío en el estómago, luego un leve escalofrío que le corría el cuerpo y la angustia, esa angustia insoportable que no lo dejaba nunca.
Se lo contó a su hermano.

“¡Carajo Carlos, tu lo que tienes es miedo a la libertad, miedo a vivir!” le respondió aquel, curtido por el tiempo.

“Puede ser, pero, lo único que quiero es regresar, prefiero la mierda a vivir con miedo…, es injusto que tengamos que pasar por esto, es injusto que no me dejen regresar a mi propio país…”, calló, su respiración se escuchaba pesadamente en el teléfono, y por primera vez desde que llegó se enfrentó a su realidad, “¡no es posible!, nos explotaron todo lo que quisieron, nos prohibieron hasta soñar y nos seguirán jodiendo el resto de la vida, aunque ya no estemos allá...“

La tarde comenzó a caer sobre Miami, sentado en el muro de concreto, sus pies en la arena, miraba el mar que se perdía en horizonte, casi podía ver las olas rompiendo contra el gran muro de la otra orilla, los edificios, las calles, su casa, el rostro de su mujer y su hijo…

La tarde comenzó a caer sobre la Habana, sentado en el muro del malecón, las piernas colgando sobre las olas, miraba el mar que se perdía en el horizonte, casi podía ver los edificios del otro lado, las calles, el resplandor de las luces de neón, casi podía ver el rostro de su padre oteando el horizonte…

La brisa sopló ligera acariciándole el rostro, "hay que sobrevivir por ellos”, pensó.

3 comments:

lola said...

Los comienzos siempre son dífíciles, pero la mayoría de la gente termina adaptándose. Yo siempre mantuve la esperanza de volver a ver a mi madre, aunque tuve que esperar 12 años para que eso se cumpliera.
Un saludo,

Iskan el Cubano said...

Como dicen, donde está el cuerpo tiene que estar la mente. De otra manera no funciona.

Y conozco cubanos así, emigraron sin estar convencidos de asumir la decisión con todas sus consecuencias.

Mi hermana emigró sólo por seguir a su unica hija. Y llora todos los días por lo que dejó atrás...

Al Godar said...

Lola,
Yo también en algún momento pensé en regresar. Hay que ponerse duro al principio para no rajarse.
Iskan,
Las gallinas tienen una alternativa dificil cuando sus pollitos se les desparraman. En ese caso el alma se separa y el cuerpo solo puede seguir a una parte. De madre!
Saludos
Al Godar