Friday, March 6, 2009

La loma del Manco.


Más allá de la línea, el potrero se extendía casi hasta el horizonte. A excepción de la loma del Manco.
Caminó como una hora o más para llegar y luego empezó a subir la empinada loma. Más o menos a la mitad de la ladera había una pila de rocas.
El sol, que hasta entonces estaba tapado por la loma, se asomó por arriba y lo encandiló como el día que se le cayó el flaicito.
Perdió el equilibrio y cayó sobre las piedras que comenzaron a rodar. Una piedra tan grande como él, por poco lo aplasta. Trató de levantarse, pero tenía su brazo izquierdo trabado entre las piedras. Por mucho que trató de zafarse sólo logró arañarse la piel.
No había ninguna casa a la vista. Nadie lo encontraría. Iba a morir de hambre y sed.
Había oído decir que alguien tuvo que cortarse una pierna con un cuchillo para no morir. Pero él no tenía cuchillo. Trató de encontrar una piedra afilada, pero no había ninguna a su alcance.
Una tiñosa volaba allá arriba. Luego dos o tres. Muchas.
Una sensación de amargura le vino a la garganta y las lágrimas le inundaron los ojos.
Fue entonces que apareció El Manco.

4 comments:

Puchungurria said...

Ahora si que no me imagine ese final, Oh my... pobre hombre. Parte del cuento me parece real. Muy bueno, gracias.
saludos Al cuenta cuentos.

Al Godar said...

Era un negrito de 14 años.
En parte, la historia busca que uno no se imagine el final...
Saludos,
Al Godar

Güicho said...

¿El manco tenía buenos dientes?

Al Godar said...

Guicho:
No tienes idea lo que puede hacer un Manco. Para que vayas cogiendo tamaño de bola mira lo que hace esta manquita.
Saludos
Al Godar