Ya la gente empezaba a irse. La novela estaba por comenzar de un momento a otro.
Armando “El Maceta” se acercó a una de las muchachas y le preguntó al oído que quien era el homenajeado.
-No se – Dijo la chica y virándose hacia la otra preguntó: ¿Marisela, tú sabes quién es el tipo que vive ahí?
-No se – Dijo la otra. Y siguieron el brincoteo, mientras Armando trataba de cuadrar con la más llenita, mientras gritaba de vez en cuando “¡Gusano!, ¡Que se vaya!” ¡Abajo la escoria!, etc, y agitaba una banderita en alto.
El gordo que golpeaba una lata de “luz brillante” con un cucharón de calamina al son de guaguancó, levantó la mano y grito “!Caballero, voyenpira! ¿Quién quie’ la lata?”
Armando se apoderó de la lata sin dificultad y continuó animando el espectáculo unos minutos más, hasta que se quedó solo con las dos colegialas.
Marisela se separó un poco para facilitar el cuadre. Armando precisó con la otra:
-Mañana a las cinco en la esquina del Pre. ¿Okay?
-No se. Tengo que pensarlo. –Dijo la gordita, aunque obviamente no tenía nada que pensar. Se fueron las dos y dejaron a Armando delante de la casa. Miró hacia todos lados para comprobar que no quedaba nadie por los alrededores. Saco la llave, abrió la puerta, entró con su lata de “luz brillante” y cerró la puerta a sus espaldas.