Orlando había llegado hacía unos meses de Cienfuegos con el entusiasmo de su juventud, una mujer de 19 años, un niño precioso y un sueño: Quería irse a trabajar a los Estados Unidos. Era fuerte y no tenía miedo al trabajo duro. Estaba seguro que iba a salir adelante.
Empezó a trabajar como barbero de la cuadra mientras esperaba que le llegaran los papeles que su tia le enviaría desde “Niuyol”. Sacaba una silla para el portalito de su apartamento y se ponía a pelar a los vecinos mientras les hablaba de pelota. Cuando el tema derivaba hacia la política, declinaba delicadamente inmiscuirse. No quería buscarse problemas. Lo suyo era irse pronto.
Un día llegaron los papeles. Se puso muy contento. Fue para dentro y se los mostró a Nora. Rieron y se abrazaron. Fueron felices como una media hora. Luego ella salió llorando y se recostó en la baranda del portal. El trató de consolarla pero no pudo. Fue con los papeles a ver al Gallego.
-Tienes que irte tu solo alante.- Le confirmó el gallego.
Al día siguiente presentó sus papeles. El lunes lo mandaron para Camagüey a cortar caña. A la semana empezaron a llegar cartas todos los días. Nora lloraba de la mañana a la noche. Un sábado, dos meses más tarde, vino de pase. No era el mismo. Estaba muy quemado del sol, había adelgazado como 20 libras y tenía las manos llenas de heridas y ampollas. Se fue de nuevo el domingo por la tarde. Regreso varias veces más hasta que cumplió los 18 meses. Entonces lo dejaron irse. Yo fui a despedirlo al aeropuerto sin entender aquella locura.
-No puedo vivir aquí. Me falta el aire.- Me dijo.
Nora estuvo dos años y pico sola con el niño. No tenía ninguna otra familia en la Habana. La gente del barrio no se atrevía a visitarla ni a hablar mucho con ella porque era gusana y se iba del país. Solo algunas viejitas venían de noche a ayudarla en algo y a consolarla.
Finalmente un viernes llegaron los papeles. La sacaron de su casa y pusieron un sello en la puerta. Le dijeron que tenía que irse y presentarse el lunes en el aeropuerto. Se tuvo que quedar en casa de una vecina que se compadeció de ella y el niño.
Cuando fui a verlo hace un par de años en la Florida era dueño de un negocio de cercas que servía a la mitad del condado. Tenía un par de casas y algún dinero en el banco. Nos tomamos unas cervezas y conversamos mientras sus nietos retozaban en la piscina. Yo pensé que había alcanzado su sueño.
-Tan pronto se arreglen las cosas en Cuba, -me dijo- vendo todo y me voy para allá a invertir mi dinero.
-No puedo vivir aquí. Me falta el aire.
Muy bueno, Algodar. Yo comienzo a sentirme como ese hombre. No puedo vivir aquí, me falta el aire.
ReplyDeletePero cuando leo los pocos cambios, me entra la esperanza.
Sin embargo, después veo que le han entrado a golpes a las damas de blanco y me hundo más en la impotencia.
Los cambios reales aún no han venido y los cubanos de dentro y fuera seguimos igual, sin poder vivir ni allí ni aquí.
Sin aire.
Regreso de Malasia y que bueno saber que las cosas por aquí no sólo han cambiado sino que se han puesto mejores. La dicotomía del cubano al que le falta el aire cuando está allá y cuando está aquí ("aquí" cuenta como "afuera") es difícil de comprender. Gracias por esta pequeña historia.
ReplyDeleteSaludos desde Londres
Isaeta:
ReplyDeleteVolver es difícil porque se regresa al pasado. Creo que es mejor regresar cuando ya no quede más futuro.
Cuban,
Te caigo luego por alla a leer tus historias del viaje.
Saludos,
Al Godar
hay quien(es) no caben en ningun lado...
ReplyDeleteNá, mi problema no es de asfixia, es de negocios. Sueño con poner un negocio en Cuba...
ReplyDeleteEl día que ese barbero regrese a aquella sociedad, indigente de ética y ajena al pasado, le volverá a faltar el aire. Y, con lo viejo que está, se ahogará en la espuma de sus propios pulmones.
ReplyDeleteLa luz hay que llevarla dentro, coño! Quien la espere de la luna se pasará la vida entera aullando.
Muy bueno..
ReplyDeleteCuba se puede llevar por dentro y incluso aun viviendo allí.
ReplyDelete...cuantas veces nos sentamos en el morro, para vacilar a la habana desde el otro lado de la orilla.
saludos, maylin.
Quizas Guicho tenga razon, pero no creo que sea tan facil, un vez que te vas siempre te faltare el aire...
ReplyDeleteBuena pero triste historia de la realidad de tanta gente
no me falta el aire aqui, pero tu estampa es muy buena, me toco muy de cerca
ReplyDeletesaludos
A mi personalmente no me faltó mucho el aire en Cuba y mucho menos me falta aqui. Nostalgia, si, pero solo un poco. Yo creo que tienen razón los que piensan que cuando uno se va de un lado tiene que cargar con todo lo que vaya a hacerle falta mas tarde. Incluidos los casetes y los libros. Y antes de salir, pararse frente al mar y tomar una buena bocanada para que dure todo el viaje.
ReplyDeleteGracias por la visita y los comentarios.
Saludos.
Al Godar