“Vedado”
Me fijé detenidamente en las otras piedras tratando de encontrar algún otro mensaje, pero no encontré nada claro. Algunas rayas sin propósito aparente. Nada que pareciera texto.
Regresé a la barraca y me vestí. Los muchachos se burlaban de mí y yo estaba tan confundido que no me molestaba. Era como si no fuera conmigo. Las ideas de lo que había pasado o lo que había soñado la noche anterior no me dejaban concentrarme en las cosas de hoy.
Llamaron al matutino y fuimos a reunirnos en el patio. La letanía de siempre. Teníamos que hacer de Palmarito el mejor campamento del Municipio. Luego las brigadas salieron con desgano hacia el campo.
Discutimos un poco como sacar aquellas piedras. Por fin concluimos que lo mejor era tapar aquel hueco y abrir otro un poco más lejos.
El otro hueco no ofreció ninguna sorpresa. Al caer la tarde ya estaba terminado y al día siguiente hicimos las paredes al lado y en un par de días más ya funcionaba como baño.
Alli estuvimos como dos semanas y luego nos trasladaron a otro campamento porque a Palmarito iban a dejarlo para la UMAP.
No volví a saber nada del hueco hasta treinta años más tarde. Una soleada mañana de principios de Agosto de 1984 cuando me disponía a salir para el trabajo vi que había un gran barullo de gente en la casa del frente. Crucé el separador central de Vento y fui a ver que pasaba. Yoyi tenía un ataque de nervios. Las niñas estaban llorando y Ramón, en camiseta y chancletas entraba y salía a la casa, pálido como un muerto. Todos estaban aun en pijamas. Un grupo de vecinos trataba inútilmente de ayudar. En la calle había un carro con el motor andando y las puertas abiertas. Habían venido a avisar que Ramoncito había muerto ahogado en una cueva en Palmarito. Me acordé que apenas una semana antes, nos habíamos encontrado en la Plaza durante la movilización por el 26 de Julio y nos habíamos escapado juntos antes de comenzar el desfile. Ya nos habían visto varias gentes y no queríamos aguantar todo el guateque. Además, yo lo había visto a él y él a mí. Por el camino me había contado que estaba estudiando espeleología.
Según explicaba el tipo que vino a dar la mala noticia, hacía como un mes unos reclutas estaban abriendo un refugio contra las armas de exterminio en masa y se había derrumbado el piso debajo de ellos. Habían caído en una cueva y dos de los muchachos murieron. Otros tres quedaron heridos, pero lograron sacarlos. Ramoncito y otros cuatro espeleólogos se habían enterado y habían ido a estudiar la cueva. Parece que se habían metido a cruzar una laguna subterránea que había en la cueva y se habían ahogado los cuatro. Solo quedó vivo uno de ellos que se había quedado detrás alumbrando la cueva con una linterna.
El pobre muchacho estaba todo traumatizado por la tragedia. No hacia mas que decir que los compañeros gritaban desesperados resbalando en el fango, en medio de una peste horrible y gritando que los gusanos se los estaban comiendo vivos.
¡Pobre muchacho!
tuve un vecino que murió ahogado en el manto freático de La Cueva de la Pluma, en Matanzas... Era fuerte como un toro, pero el agua fría le acalambró los músculos y se hundió. Sacarlo fue una odisea. Estuve en esa cueva varias veces después, - me encantaba la espeleología - pero siempre me daba el mismo escalofrío ver esas lagunas
ReplyDeleteoye ese final esta macabro!, espero que sea un cuento-cuento y no algo tomado de la realidad. Me ha dejado sobrecogida.
ReplyDeleteEstas historias dan un poco de yuyo. Interesante!
ReplyDeleteJerarca!
ReplyDeleteNo existe la literatura de horror cubana, sólo esporádicos relatos.
Recuerdo que me leí la edición cubana de cuentos de H.P.Lovecraft a los doce años. Leía de madrugada, cuando todo el mundo dormía. Y al acabar cada cuento, me obligaba a mí mismo a subir a la azotea a lo oscuro para demostrarme que no me había dado miedo el relato. Hacía un frío del carajo en la azotea. Y eso que era julio.
Yo también leí a Lovecraft, Poe y otros del género en la adolescencia.
ReplyDeleteEstos cuentos tienen esa influencia.
Lamentablemente, hay mucho de cierto en ellos.
A menudo la realidad es tan macabra como los cuentos de horror.
Muy bien, pero que muy bien
ReplyDeleteA mi me gustan ese tipo de cuentos. Cuando estaba en las escuelas al campo siempre había algún guajiro que hablaba de apariciones, muertos y cosas así.