Aunque había logrado alcanzar un buen nivel de vida allá arriba, entendía que era el momento de venir a luchar por el bienestar de todos. Al fin el país se veía libre de corrupción y podríamos vivir en paz en nuestra propia tierra.
Se incorporó a las milicias. Participó en todas las movilizaciones y actos. Fue un ejemplo de revolucionario. Pero poco a poco se fue desilusionando. No entendía como carajo íbamos a salir del subdesarrollo con aquella desorganización. Tanta movilización, tanta reunión y tanta guardia no dejaban espacio para el trabajo. Un día dejó su puesto en la Empresa Consolidada de Barberías y Peluquerías, montó un sillón en el portal de su casa y empezó a pelar por cuenta propia. En seguida logró organizar una buena clientela y no le faltaba ni trabajo ni dinero. Pero un día en medio de una locura que llamaban “ofensiva revolucionaria” vinieron y se llevaron su sillón, su forma de ganarse la vida honestamente y lo poco que le quedaba de admiración por la revolución.
Tuvo que irse a trabajar en la agricultura, desyerbando semilleros de tabaco. Tenía que levantarse a las cuatro de la mañana para coger el camión que lo llevaba a Alquizar. Regresaba a su casa de noche. Las condiciones de trabajo eran infrahumanas. Le pagaban una miseria y no veía forma alguna de mejoría. Solo miseria y sacrificios.
Un domingo estaba sentado en el portal de su casa y vio como “El Nene” se bajaba de su Lada blanco y lo dejaba encendido en la calle, frente a su casa de la esquina. La gorra de oficial en el borde del asiento trasero. La música a todo volumen. Y en el asiento delantero una muchacha que no llegaba a los veinte años. El Titi sintió envidia. Sintió rabia, odio e impotencia. Y se sintió avergonzado tan pronto se dio cuenta. ¿Por qué unos tenían que romperse el lomo para vivir y otros vivían la dulce vida? ¿Por qué coño tenía que sentir envidia de ese imbécil? ¿Acaso no había triunfado hacía treinta años en la manzana grande?
Y se fue de nuevo para New York.
Ahora me contaba todo esto en el balcón de su apartamentico frente al Hudson a unos pocos kilómetros de Yonkers. Había llegado hacía 8 años y había levantado cabeza de nuevo. Había vuelto a poner su barbería y se ganaba la vida a su manera. Sin robar a nadie, sin explotar a nadie y sin dejarse explotar. Como un hombre libre.
-Lo único que lamento –Me dijo- es que no puedo hacerlo en Cuba.
(Foto Cortesía de Gaviota)
Es dificil no compararse con los demás, por una parte a veces te ayuda a cambiar por otra te puede llevar a la envidia o la inconformidad permanente,,,A la historia de Titi le falta sólo la foto del Barbero q publique hace poco, a lo mejor es él,-por cierto en la prox vida seré peluquera porq no les falta nunca trabajo en ninguna circunstancia o sistema politico,,saludos
ReplyDelete;-))))
Es triste y pesaroso, Al, pero como preguntas, ¿por qué coño tiene el Titi que envidiar al mayimbe? ¿Y por qué no hay un espacio para los que se quieran ganar la vida honradamente?
ReplyDeleteLa ideología es tan jodida proque nunca se probó. Se vino a materializar con seres humanos, lo cual es el experimento más nefasto que hay.
Gracias por este relato.
Saludos desde Londres.
Gaviota:
ReplyDeleteCon tu permiso, tomo la foto prestada para ilustrar mi post.
Cubaninlondon:
Ya habrá pronto un lugar para los que quieran ganarse la vida honradamente, que son muchos...
Y no olviden que el barbero es el único que parende en cabeza ajena!
Saludos
Al Godar
Aprende! No "parende"
ReplyDeleteAl Godar
TODA TUYAAA!!! Realmente la hizo un amigo italiano y me la "regaló" para el blog,,, Es muy original como foto junto a esta historia harán una bella pareja... saludos
ReplyDeleteBuena historia la del Titi, se dejó llevar por e entusiasmo. Recuerdo que en marxismo nos decían que el éxito de la revolución cubana es que fue una revolución de sentimientos, y creo que es así.
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