Era el 6 de Octubre de 1973. La Quinta avenida estaba bien iluminada por la luna llena. Diecisiete A se iba para allá arriba como si no quisiera saber nada del bullicio de los muchachos que salían de la biblioteca. Algunas parejitas se escurrían discretamente rumbo al campo deportivo.
Yo había terminado de trabajar y me iba para casa cuando llegó Nancy con sus libretas en la mano. Me sonrió con picardía y me preguntó si podía explicarle las reacciones redox. Tenía examen mañana y no había podido estudiar. Había faltado a muchas clases porque estaba en competencias. No era tan tarde na. Podía repasarle una media hora. Fuimos para el laboratorio y le expliqué lo mejor que pude. Primero había que analizar los números de oxidación y luego balancear las semiecuaciones, a continuación había que intercambiar los coeficientes, etc. Era fácil.
Ella era inteligente y bonita. Además era buenísima en la esgrima. Era campeona nacional.
Aprendió rápido a encontrar quien se oxida y quien se reduce. Luego hicimos unos cuantos ejercicios. Como a las once ya habíamos terminado la Química y dejamos a un lado los electrones para pasar a temas más humanos. Hablaba fácil. Parecía no tener secretos. Me hablo de su infancia en Pinar del Río. Me contó sus aspiraciones. Quería estudiar, tener hijos, trabajar y pasear mucho. Sin dejar la esgrima.
Tres años más tarde el avión en que iba se estrelló contra el mar a la salida de Barbados.
Alguien que no comprendía que ni ella ni yo estábamos en guerra, puso una bomba para combatir el comunismo. Y nos destrozó la vida.
Pero yo aprendí que el odio ni combate al comunismo ni lo fortalece.
Solo nos daña a nosotros.
Sabias palabras, pero a veces tengo la impresion que el odio es el que mayorea.. que triste, eh?, se nos va la vida en eso.
ReplyDeleteTu historia me ha estremecido. Máxime que cumplo años en ese día tan triste.
ReplyDeleteLindo tu recordatorio a los que nunca pudieron regresar a casa y consolar el dolor de sus padres y amantes.
Yo tampoco estoy con el odio, pero sí con los inocentes.
Conmovedor relato, y estoy de acuerdo: el odio no sirve para nada, sólo sirve para amargarse a si mismo. Un saludo
ReplyDeleteExcelente! Más efectivo que cualquier alegato moralista contra el terrorismo.
ReplyDeleteReconozco que yo, por un impulso intestinal (= anticastrista), hubiera colocado a la chica en uno de los aviones que secuestró el M-26-7 o el G2, aunque resultara menos genuina la historia (sólo hubo uno que cayó y se saldó con muertos.)
Yo tambien lo hubiera cambiado si hubiera podido. Pero no pude. Fue exactamente eso lo que pasó.
ReplyDeleteClaro que quien puso la bomba no es importante.
Hay muchos terroristas por ahi. En todos los bandos.
Gracias a todos por la visita.
que triste, te imaginas cuantas historias como esta hay en el mundo por causa de guerras y mierdas que se crean los hombres?
ReplyDeleteme horroriza.
gracias por tu relato.